domingo, 17 de abril de 2016

ME SUENA A RIMAS GASTADAS, DE ESAS QUE NO DICEN NADA...

“RIMAS DE EFÍMERA ESENCIA ”

A París una extranjera llegaba,
Con un don que a todos encantaba.

En su comida sentimientos probabas,
Buenos o malos siempre regresabas.

En los ratos libres, mientras algo horneaba,
Enmarcada en la ventana Tita descansaba.

Buscando sabores su alma paseaba,
Entre los transeúntes no se encontraba.

Una de esas tardes en las que esperaba,
Tropezó la suya con otra mirada.

Se alejó del marco algo encandilada,
Ansiosa otra vez por encontrarle estaba.

Los siguientes días no preparó nada,
Salió de la cocina a ver que encontraba.

Por el mostrador distraída paseaba,
Cuando se topó con su furtiva mirada.

Sus ojos, con intensidad desmesurada,
Amenazaron la piel dejarle desgarrada.

Era el joven con melena achocolatada,
Aquel de punzante y aceitunada mirada.

El silencio expectante solo callaba,
Mientras aquellos se contemplaban.

Tita tan solo preguntó asustada,
“Dígame señor, ¿qué buscaba?”

De manos a pies la dejó atada,
Cuando su voz contestó dejada.

Que su ser, melancolía emanaba,
Jean-Baptiste, la dejó intrigada.

Al día siguiente a la tienda llegaba,
Un pedido que a ella le asustaba.

En la perfumería su cliente estaba,
El joven de ayer, dentro la esperaba.

Sus ojos curiosos, entre etiquetas vagaban,
Mientras otros aceitunas la observaban.

Entre coloreados vidrios su voz se escuchaba,
“¿Quieres ver cómo la fragancia es creada?”

Ella contestó que no, un poco apenada,
Pero Jean-Baptiste, igual continuaba.

Con detenimiento él explicaba,
Mientras un pañuelo a Tita acercaba.

“El olor es efímero, nunca queda nada,
En perfumes su vida ha de ser prolongada”.

Ella preguntó con voz asombrada,
“¿Dejar cualquier esencia enfrascada?”

Sin tener ninguna expresión dibujada,
Jean-Baptiste, con calma continuaba.

 “Huevos para una torta necesitabas,
Vidas tomabas y no te importaba.

Yo tomo un cuerpo, un alma prestada,
Para por siempre dejarla enfrascada”.

Horrorizada Tita ya no escuchaba,
Sofocada, las piernas le temblaban.

En su mano el pañuelo se encontraba,
Y la sal en sus pestañas la cegaba.

Entre el ahogo de su llanto escuchaba,
Como el joven perfumista respiraba.

Sutilmente sus palabras zumbaban,
“Tu aroma es melancolía gastada”.



–Mist

No hay comentarios.:

Publicar un comentario