martes, 21 de marzo de 2017

Ensangrentada espera al amor

Personajes: 
Effie Trinket/Los Juegos del Hambre
Drácula/Drácula

Años después de lo sucedido en el Capitolio, luego del fin de aquella feroz barbarie que se practicaba anualmente para dar de comer al Distrito ganador, con el resultado de veintitrés jóvenes asesinados, o muertos a causa de su escaso nivel de supervivencia; Effie Trinket tomó la decisión de alejarse en su totalidad de todo lo que le recordaba a Los Juegos del Hambre, y prefirió tomar el tren a rumbos al azar. Esta vez no tenía límites, viajaba por todos lados, aprendiendo de otras culturas, enterándose de un mundo diferente al que le hacían creer que existía.

Un día, utilizando su ritual habitual para escoger un lugar nuevo por conocer, con los ojos cerrados y deslizando la yema de su dedo por todo el mapamundi, lo detiene en una zona que jamás se había detenido a escudriñar: Rumania. Exactamente, Transilvania.

Durante el trayecto, escuchó vagas leyendas de lo que habitaba en dicho lugar, como aquel ‘’sujeto’’ que vivía en el Castillo de Bran, conocido como el Castillo de Drácula.

— ¿Drácula? ¿Quién podría llamarse así? —preguntó al aire un poco escéptica, mientras terminaba de colocarse su estrambótico tocado, que consistía en una malla oscura y abrillantada, con un par de murciélagos rodeando unas rosas negras. Todo aquello hacía juego con su vestido negro de falda de tubo, costumbre que no se había dado el lujo de perder.

Se situó frente al castillo, con su optimismo siempre por delante. Soltó un suspiro suave de entre sus labios pintados de negro, y se dispuso a adentrarse. Recorrió gran parte del lugar, junto a un grupo de excursionistas y un Guía Turístico. En un momento dado, se quedó embelesada observando un cuadro de pintura sobre óleo, en el que se manifestaba la silueta de un hombre apuesto, alto, delgado, muy elegante, con aspecto de aristócrata.

Para cuando había regresado a la realidad, se percató de que perdió al grupo. Sin embargo, sus ojos chocaron con la figura de una persona solitaria, aislado en la esquina más recóndita de la estancia.

—Disculpe… —se aclaró la garganta para sonar más firme—. Buen hombre, ¿sabe usted dónde está la salida?

 Como una sombra, el cuerpo del hombre giró sobre sus pies, hincando sus ojos lúgubres sobre los de Effie. Esta se inmutó y tragó en seco, mientras un escalofrío ascendió por su espina dorsal.

—Por supuesto, con mucho gusto le indicaré la salida —respondió con languidez, y su sonrisa tétrica se iluminó.

Ella lanzó una fugaz mirada al cuadro, luego al desconocido, y palideció más. Si es que eso pudo ser posible.

— ¡Por el amor de…! —bramó, consternada, con su tono de voz tintineante. La mirada intimidante del sujeto postrado delante de ella le provocó temblores—. ¿Es usted el del cuadro?

—Sí, el mismo. Mi nombre es Drácula. Intuyo que ya sabe quién soy —respondió, con un tono de voz más áspero. Escrutó a Trinket con sus pupilas, a la par que caminaba alrededor de ella, como un depredador olisqueando a su presa—. ¿Y usted, bella dama de tan particular vestir? ¿A qué amor se ha de referir?

—Effie Trinket, señor Drácula —gesticuló con rapidez, ofreciéndole la mano con educación para estrecharla—. Y no creo ser la única con un ‘’peculiar vestir’’ —le replicó con un deje de disgusto por el comentario burlón, paseando la mirada por el atuendo de este.

—Effie… —repitió, saboreando cada letra. Tomó su mano y, con delicadeza, posó sus labios para marcar un beso—. No me ha respondido la segunda pregunta.

—Y usted no me ha indicado la salida —protestó, cruzando los brazos encima de su pecho.

Drácula, mortífero, peligroso, tan cautivador pero con una elegante naturaleza, le hizo un ademán con caballerosidad para que Effie le tome por el codo. Ella obedeció casi al instante, como si una fuerza la obligó a hacerlo.

—Dígame, Effie, ¿a qué amor se refería? ¿Por qué pronunció aquello con tanto asombro? ¿Es eso el amor para usted? Una frase en un momento inoportuno —la acorraló con todas esas preguntas, aludiendo ya una respuesta. Todo esto mientras cerraba la puerta, hasta que esta sonó con un característico ‘’click’’.

— ¡Oh, no, no! Es una expresión.

— ¿Es para usted el amor una expresión?

— ¡No! —se apresuró en responder, soltando una coqueta carcajada. Se paró en seco, al igual que Drácula, quien había entornado los ojos para prestarle más atención, luego de que la mirada de Effie se había perdido en la nada, para responder—: Aprendí que el amor es la lucha constante por quedarse al lado de una persona contra todo pronóstico. Es sacrificio, valentía y perseverancia —suspiró con melancolía, recordando a sus dos Tributos favoritos— ¿Y para usted, Drácula, qué es el amor?

—Quedarse a la espera de una eternidad para reencontrarse, mientras vives bajo una maldición oscura y sangrienta —se situó detrás de Trinket, sin apartar la mirada de su nuca inmaculada, tentado—. Sobre todo, sangrienta.

 Clia LeBeau

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