Una de las cosas más admirables de
los niños es su inocencia. Toma un minuto para recordar esa época en la que tu
mayor preocupación era que tus padres te dejaran quedarte jugando afuera con
tus amigos más allá de las 5:00pm y tu
mayor responsabilidad era salvar a los insectos que se pegaban contra tu
ventana, buscando desesperadamente salir al aire libre.
Era una
época desligada de todos esos factores que hoy en día nos rodean. Como muchos
dirían era la época "cuando éramos felices y no lo sabíamos"
¿Y por
qué tendríamos que haberlo sabido?
En esos tiempos no era nuestra prioridad
etiquetar lo que sentíamos. Sin embargo, hoy en día eso es lo único que
hacemos: etiquetar nuestros estados de ánimo. No quiere decir que sea algo
malo, es importante definir lo que sentimos. Una vez definidos nuestros estados
de ánimo podemos enfrentarlos y comprenderlos, llevarlos de la mano y
aceptarlos.
Poder
etiquetar las cosas es una de las herramientas que nos da el crecer y madurar,
pero es un arma de doble filo ya que solemos abusar de las etiquetas negativas
para referirnos a la adultez.
Nuestra
concepción de los adultos fue formada desde muy pequeños. Lo que veíamos en la
televisión y el cine era un mundo de adultos grises, lleno de trajes
unicolores, oficinas, papeleo y sobre todo gente con cara larga. Nos enseñaron
a categorizar a los adultos con una gran etiqueta:
"malhumorados".
Ya
creciendo, entendimos el porqué de esa etiqueta. Pareciera que las
responsabilidades y decepciones robaron el carisma de esa época de infantes y
que el malhumor más que una etiqueta, es un estilo de vida.
Ahora, pensemos
en una idea que nos implantaron desde bachillerato: nos dijeron que la fórmula
de la vida se basa en que si trabajamos muy duro y nos graduamos,
conseguiríamos un trabajo ideal y una buena familia, que nos llevaría a la
felicidad.
Trabajo duro + buen trabajo + buena familia + vida
ideal= felicidad
Por eso
es que veíamos a la felicidad como un producto final y no como lo que realmente
es: un medio.
¿Por qué dejar a la felicidad de último en la
lista? En realidad, la fórmula de la vida no tiene a la felicidad como
resultado, sino factor común.
(Trabajo
duro x felicidad) + (Buen trabajo x felicidad) + (buena familia x felicidad)=
vida ideal.
Lo que
busca este ensayo es demostrar que la felicidad si es alcanzable viéndola como
un músculo que se puede ejercitar poco a poco, ya que si se hace cada vez
más fuerte, la fórmula de la vida ideal se potencia.
No se
pretende demostrar una técnica infalible para encontrarla, sino pequeñas
herramientas que te ayudan a conseguirla día a día.
Cada una
de estas herramientas y técnicas las he ido anotando desde hace cuatro años
como parte de una obsesión por ejercitar la felicidad. Se trata de una
colección de consejos que me han dado y de descubrimientos que he hecho. Una
investigación constante que pretende ayudar al que lo lea a trabajar su
felicidad. Es algo así como una guía de abdominales para el alma.
Antes de
comenzar, quisiera aclarar que con mi corta edad, aún tengo que aprender muchas
cosas de la vida y quizás en unos años este ensayo pierda validez incluso para mí
misma o que como todos somos distintos, quizás a no todos le sirva. Pero son
detalles que aunque parezcan infantiles y ridículos, me han ayudado a apreciar
la vida en pequeñas cosas y si esto pudiera ayudar a aunque sea una sola
persona, ¿por qué no compartirlo?
Empecemos.
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