Sin
ser consciente de este hecho, el ser humano siempre está consumiendo. Antes de
salir de casa consume ropa, alimentos, agua, teléfono y electricidad. Ni hablar
de cuando está en la calle. Es decir, desde que el hombre habita en La Tierra
ha tenido la necesidad de consumir porque ¿de qué otra forma sobreviviría?
Ningún
tipo de sociedad en la historia se ha caracterizado por no consumir, por el
contrario, de alguna manera esa acción ha marcado el comportamiento de las
personas; en la sociedad de productores, por ejemplo, el individuo poseía bienes
para buscar su confort, esta sociedad “estaba orientada fundamentalmente a la
obtención de la seguridad” (Bauman, 2007, p. 48). De esta manera, los bienes
que se adquirían estaban hechos para que no perdieran el valor, de hecho, las
posesiones no estaban destinadas para el disfrute inmediato ya que era
importante garantizar la seguridad a largo plazo.
Sin
embargo, se ve un cambio en la sociedad actual. Ésta ha tenido muchos
calificativos pero en lo que respecta a la posesión de bienes, se le ha
atribuido el término consumista. Según la Real Academia Española (RAE) el
consumismo es la “tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no
siempre necesarios”. A diferencia de la sociedad de productores, la sociedad de
hoy en día busca su confort y bienestar en la posesión y acumulación inmoderada
de bienes.
Suena
subjetivo el término “inmoderado”, a pesar de ello, la respuesta a la siguiente
pregunta hace que el calificativo cobre sentido en el concepto: ¿todo lo que
compra la persona actual es necesario para su vida? Según Colin Campbell (2010)
el consumo de la sociedad actual se basa en la gratificación de deseos y no en
la satisfacción de una necesidad. Se puede decir que, hoy en día, el individuo adquiere
cosas materiales porque se auto-convence (o en muchos casos lo auto-convencen)
de que necesita todo lo que compra para ser feliz.
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