ADJETIVOS PERFUMADOS
Epíteto: “Tu voz
era un innecesario que esparcía extraños
perfumes¨
HISTORIAS
PROFUNDAS DE TRES PALABRAS
Fuiste víbora,
siempre.
Rodante cabeza
animal.
Sentimientos
color escarlata.
acróstico GATUNO
Animal de cuatro
patas
Lazarillo
silencioso
Estás siempre allí
presente
Soltando arañazos
y observando
Siempre juegas
con la alfombra
Amargado y muy quejón
No parece
divertirte
¿Dónde escondes tu alegría?
Ronroneas y te
escudas
Aunque nunca me abandonas.
COMO UNA ALCACHOFA.
COMO UNA
ALCACHOFA.
Olvidados.
Así se sentían la pequeña rosa y el estilista en aquel planeta violeta.
Habían
pasado su vida siendo admirados. Ella por hermosa y él por su don de dotar de
belleza a cualquier humano gracias a su trabajo.
En cierto
sentido eran seres similares, cargados de un gran sentido estético. Algunos los
considerarían personajes bastante superficiales, otros en cambio, defenderían
sus posturas, sus modos de ver la vida a través de la belleza y el egoísmo que
encierra esta.
De cualquier
forma, allí se encontraban, solos y haciéndose compañía sin saberlo.
-Debimos
haberlo sabido --replicó la rosa. Se marcharían, nos olvidarían.
Cinna
frunció su ceño pensativo, preguntándose en qué momento había llegado a aquel
planeta morado y de tenues sombras azuladas y cómo era que ahora una rosa le
hablaba en un muy entendible español.
Por un
momento pensó en Katniss, la chica a quien debía vestir y arreglar para el
presidente Snow. Sabía que algo malo había pasado, recordó los golpes, y la
imagen de su amiga suplicando que lo dejasen de maltratar.
Cerró los
ojos, olvidado --susurró.
-¡Sí!
Olvidados. ¿Ahora qué se supone que hagamos? Es decir… --se detuvo la rosa a
pensar- yo nunca he estado, tú sabes --dudó por un
segundo y agregó -sola.
La rosa
lloraba desconsolada, inundando de a poco el planeta. Él la admiraba
atónito. Era un rosa y le hablaba, y le observaba ¡y lloraba!
-Pero no
estás sola --dijo. Yo puedo escucharte.
-¡Tú no
sabes nada! Siempre he estado sola. Él nunca me quiso, sino, no se hubiese
marchado solo por el deseo de conocer otros mundos, siempre creí haber sido su
flor.
Cinna calló
pensativo.
-¿Pero tú sí
lo quisiste?
La rosa le
lanzó una mirada odiosa, como si la pregunta en si fuese un absurdo total.
-¡Ese no es
el punto! ¿Cómo se le ocurrió dejarme?
La duda
había quedado en el aire.
-Si confió
en ti, si te quiso de verdad y se fue, no te dejaste querer lo suficiente
--agregó el hombre.
-Pero soy
hermosa --se quejó ella, más para sí misma que para su único compañero.
Parecía una niña, que desconsolada y malcriada trataba de convencerse de
que estaba en lo correcto.
Cinna sonrió
observando sus pétalos de algodón y aspirando el sublime olor
dulce. Era hermosa, ciertamente, él podía reconocerlo a simple
vista así como también podía dilucidar su carácter obstinado y egoísta.
-Conocí a
una chica igual que tú --replicó el joven, pero mucho menos vanidosa.
Tan solo
escucharlo, la flor miró al estilista con desdén.
-No tan
hermosa, tampoco --agregó Cinna para compensar en ánimo de la flor --pero sí parecía una
cebolla.
La rosa lo
observó desconcertada, ¿cómo osaba compararla a ella con una cebolla? Además se
preguntaba como una humana se podría parecer a una cebolla, hasta donde sabía los humanos eran muy
distintos a las cebollas y a las plantas en general.
Cinna rió al
notar la extrañeza de la delicada rosa.
-¡No me
gustan las cebollas! --gritó.
-Está bien,
una alcachofa ¿quizás? --sugirió el estilista.
La rosa negó
con su cabeza. No, ella en definitiva no podía parecerse a una alcachofa
tampoco. Quizás en lo verde de sus hojas, a diferencia de la cebolla, la
alcachofa era verde, pero la alcachofa no tenía su belleza, ni sus pétalos, ni
su fragancia. Ella era mucho más que una ordinaria alcachofa, pensó.
-Ella, al
igual que tú y las alcachofas y las cebollas --continuó el joven. Tenía
muchas capas, cada una más difícil de traspasar que la otra. Era fuerte, muy
valiente pero su rudo carácter no le permitía ser alguien de fácil querer.
-¿Y nadie la
quiso? --preguntó la rosa un tanto nerviosa.
-¡Oh! Claro
que sí. Muchos, entre ellos yo. Pero ella no lo sabía, y si lo hacía parecía
ignorarlo.
La rosa hizo
un reflexivo silencio. ¿Y eso no se cura? --preguntó con ingenuidad.
-Claro que
sí. Pero solo está en manos de ella curarse.
-¿Y cómo se
logra?
-Dejando
caer sus capas. Pero no es tan fácil después de todo. Eso amerita tiempo, y el
riesgo de sentirse vulnerable ante el otro.
-¿Dejándose
domesticar? --la rosa había recordado las palabras de su principito.
Cinna rió --algo así.
RECURSOS ENCONTRADOS:
*Humanización de la rosa
*Epíteto: delicada rosa
*Metáfora: pétalos de algodón.
*Hipérbole: La rosa lloraba desconsolada, inundando de a poco el planeta
Alice
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