El café de tus ojos
Mezclando palabras y el veneno de tu
boca
Microcentro
(triste). Palabras: Veneno, víbora, letal.
Sin ti, el veneno es más letal. Como una
víbora…
Microcentro
(romántico). Palabras: Escarlata, manos, cariño.
El cariño escarlata de tus manos
Microcentro
(suspenso). Palabras: Cabeza, rodó, piso
Y su cabeza rodo por el piso...
Ahora que te has ido
Recurso retórico:
Metáfora – “ y tu boca que era como una serpiente que
escupió su veneno”
Otra forma de continuarte
Nocturnos
tus ojos
A
los que siempre regreso. Y
Tan
escurridiza, tu piel como un gato, cuando paso
Horas
y horas sin sueño,
A
la espera de tu risa, que me entrega
La
calma, un tanto fría, a veces ausente. Pero
que
Inmensa
dicha la de tocar tu boca, y volver
A
tus
manos, las que siempre me esperan…
El último suspiro en el mar
Nathalia López
Escucho
pájaros en el cielo. Una voz me susurra palabras en el oído, pero no logro
escuchar lo que me dice. Alzo mi cabeza y no tardo en darme cuenta de que estoy
en un jardín. Veo flores por todos lados. Verdes, blancas, azules, rojas... Las
palabras de aquella voz siguen bailando sobre mis tímpanos, pero aún no
comprendo qué pasa. Creo que estoy soñando porque no recuerdo haber llegado a
un jardín anoche. Todo se ve muy borroso y esto es imposible, yo estaba en el
barco. ¿En dónde estoy ahora?
–Estás
Soñando –dice una mujer.
La voz me resulta
familiar.
–
¿En dónde estoy?
–Shhh.
No temas, despierta –me dice en voz baja.
– ¡¿Madre?! ¿Eres tú? ¿Qué hago aquí?
Siento
unas cálidas manos tocar mis mejillas. Las flores se comienzan a agitar por el
viento y por alguna razón, mis pies se comienzan a hundir, intento mover las
piernas pero no puedo. Sus manos me agarran de los brazos, cuando de pronto un
árbol se...
Abro los ojos. Estoy en
el mar. No veo a nadie más cerca y tampoco alguna embarcación. Estoy solo. ¿Qué
ha pasado? Los rayos del sol me queman como llamas de fuego y me obligan a
hundir la cabeza dentro del agua, pero el contacto me produce un ardor en la cara.
Me muevo e intento nadar pero mi cuerpo está muy débil, así que decido hundirme
una vez más y abrir los ojos para explorar y ver si encuentro alguna pista en
las profundidades.
Nada. No hay nada. Solo
estúpidas ondas en el mar, que me marean y sacuden mi cuerpo que ha debido estar
muchas horas bajo el agua debido a las arrugas en mis dedos y mi frágil piel
sancochada por el maldito sol. Debo pensar en la noche anterior, tal vez así
recuerde algo.
Estaba
fumando un cigarrillo mientras caminaba hacia estribor. Me paré al llegar a la
baranda y me dediqué a mirar el horizonte. Por la negrura de la noche el mar se
mezclaba con las estrellas y daba la impresión de estar flotando en el espacio.
De pronto, escuché unos pasos que interrumpieron mi concentración.
-Se
va a morir pronto si sigue fumando así, marinero – me dijo un hombre de cabello
oscuro que solo había visto pocas veces en la proa.
-Bueno,
de algo se tiene que morir uno… –respondí vagamente con media sonrisa.
-De
cáncer quiere morir usted, al parecer… –respondió el imbécil.
Estuve a punto de
decirle que se fuera a otro sitio a molestar con moralidades, cuando de repente
escuchamos unos gritos.
Corrimos
hacia la proa y ahí fue cuando todo sucedió. Una ola enorme se dirigía hacia
nosotros, más grande que el mismo infierno. Mis manos sujetaron la baranda del
barco y vi como la muerte se acercaba a mí. Tal vez es un sueño, pensé… De
pronto, la ola golpeó con fuerza la proa y eso generó un horrible estruendo.
Pude sentí como mi cuerpo se levantaba del piso y…
No recuerdo más. No. No.
¡¿Qué pasó con los demás?! Comienzo a llorar pero las lágrimas no salen de mis
ojos, tengo mucha sed. El pánico se aferra a mi cuerpo como grandes garras y me
comienzo a mover forzosamente. Me cuesta respirar. Solo veo agua, agua, mar y
cielo. No hay más nada aquí…
– ¡Madre! ¡Madre ayúdame! ¡¿Madre en dónde estás?! –grito con fuerzas.
–No
seas cobarde Luis Alejandro, idiota, tu madre no está aquí.
–
¿Ah? ¿Quién es ese? ¿Qué está pasando?
Debo estar alucinando
porque escucho su risa dentro de mi cabeza. Tengo miedo. Unas nubes comienzan a
cubrir el sol y todo se ve más oscuro. Se avecina una tormenta y el mar se está
volviendo más salvaje.
–Puedes
terminar este tormento… – me dice la extraña voz chillona.
– ¿Quién eres?
–A
ver, a ver… Adivina. ¡ja! Shhhh – me susurra.
– ¡Auxilio!
–Nadie
puede oírte. Estás solo. Medio muerto y solo. ¡Termínalo!
– ¿Qué debo terminar? Dime
tu nombre demonio.
–ja,
ja, ja. Juguemos precioso. Oh, ¡Adivinanzas! ¡Si! ¡Yo empiezo!
– ¡NO! Dime quién eres.
–Soy
Gollum precioso… Ahora, ¡Termínalo! ¡Termínalo ya!
No comprendo nada. Aún
escucho su voz dentro de mi cabeza y las primeras gotas comienzan a caer. Se
están empezando a formar olas que me llevan de un lado a otro. El mar se vuelve
cada vez más inquieto.
– A ver precioso… ¿Qué empieza por S y termina por o? ja, ja
– ¡Déjame en paz¡
–
¡Suicidio! Ja, ja, ja, ja. Shhhh pero no digas que te lo dije.
No. No puedo. No quiero
morir así, ahogado y solo. Comienzo a mirar hacia todas las direcciones y veo
como una ola enorme se dirige hacia mí.
– ¡Termínalo idiota! Vamos, ¡Hazlo!
Es el fin. La ola se
acerca y una nube que pasa deja salir un pequeño rayo de luz que se filtra en
toda esta negrura. Intento gritar, pero las palabras se incrustan en mis labios
y perforan mi boca como cuchillos. Así
que imagino a mi madre bailando con los pájaros que vuelan a lo alto, mientras
doy un último suspiro y hundo mi cuerpo en el mar por última vez.
¡Termínalo!
–me
dice Gollum.
Y es lo último que escucho.
Nat Nat
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