jueves, 7 de abril de 2016

CUENTO EN ACRÓSTICO DEL DIÁLOGO CON SALOMÉ

CUENTO EN ACRÓSTICO DEL DIÁLOGO CON SALOMÉ

1.    “EL MELODRAMA DE SALOMÉ”
©      Recurso retórico: Hipérbole.
“No había nada en el mundo tan blanco como tu cuerpo.”

2.    “MEMORIAS EN TRES”
©      Triste/Víbora: “Insomnio, venenosa víbora”.
©      Suspenso/Cabeza: “Una cabeza fragmentada”.
©      Romántico/Escarlata: “Insinuante luz escarlata”.

3.    “MENSAJE EN VERTICAL”
Melena corta y oscura, da la
Ilusión de brillar, cuando la luna
Se asoma alumbra su misterioso mirar.
Todo para hacerle cantar.

4.    “ESENCIAS EFIMERAS”
Entre los comensales, una pequeña tienda en París se tomó para sí el titulo de los sabores del alma. Una nueva empleada extranjera había llegado hace poco a esa cocina y desde entonces todo aquel que probaba su comida juraba estar probando emociones. A veces eran buenas, otras malas, pero siempre las ganas de saborear recuerdos lograba que los paladares volvieran.
En los ratos libres, mientras se horneaba algún platillo, la joven responsable de los nuevos sabores de París miraba por la ventana cómo codo a codo pasaban las personas, contando su vida en palabras cortas mientras compartían un café, un bocadillo, una caricia, una mirada, un beso. A pesar de ser personas ajenas, Tita se inspiraba en ellas para poner, en cada plato, un poco de “eso” que no tenía. Al otro lado de la calle un joven miraba en dirección a la ventana. Momentáneamente los ojos de los dos se tocaron, se rozaron, se sintieron. Apenada, Tita se giró para chequear torpemente el horno, pasados un par de minutos volvió a la ventana con la secreta esperanza de encontrarse con aquella mirada furtiva. Sin embargo, su deseo no pasó de ser solo eso.
Los siguientes dos días era más el tiempo que Tita pasaba enmarcada en el borde de la ventana que el que dedicaba a la cocina. Decidió alejarse del fuego y mientras daba un distraído paseo por el mostrador una mirada amenazaba con atravesarle la piel. Sutilmente alzó sus ojos en busca de aquellos punzantes, pero no encontró sino a quienes habitualmente pasaban por la tienda en horas de la tarde. Al voltearse, ya resignada a que las ansias le habían tomado el pelo, se topó con la mirada de un joven de tez clara y unos irregulares mechones oscuros como el chocolate. Ante aquellos aceitunados ojos le era difícil articular un pensamiento coherente, se iniciaba, con su sola presencia, un momento extraño y de perturbante intensidad.
Un delgado mostrador de vidrio separaba sus cuerpos y hasta el silencio se calló cuando Tita, en casi un suspiro preguntó, –¿Puedo ayudarle?, la respuesta, sin embargo, le ató de manos a pies el cuerpo cuando aquel joven con un sereno semblante alejó la mirada al decir, –Hueles a melancolía. Para cuando recuperó el aliento el aprendiz de perfumista, Jean-Baptiste Grenouille, ya se había perdido entre la multitud de cuerpos. En los labios de Tita quedó una pregunta, –¿A qué sabe la melancolía? Esa noche en el menú el sabor principal era la intriga.
Para la mañana siguiente, la tienda recibió un pedido especial, un platillo de ciruelas amarillas con agua de chocolate. El pedido estaba a nombre de Grenouille y sería Tita la encargada de entregarlo. Al llegar a la perfumería la recibieron sutiles aromas de aceites,  flores y especias. Se detuvo un segundo para aspirar lentamente la mezcla de olores que la arropaban, llenó sus pulmones de millones de recuerdos con sabores, pero al salir el aire de ellos le dejó un amargo a soledad y silencio.
En la esquina de una larga mesa dejó el paquete. Sus ojos curiosos leían fugazmente las etiquetas en los frascos, –¿Canela, para qué un perfume llevaría canela? –preguntó ella en voz alta–. De entre los vidriosos recipientes una voz masculina contestó preguntando, –¿Quieres ver?, al tiempo que le ofrecía un pañuelo perfumado. Jean-Baptiste tomó el paquete que ella había traído y se dirigieron al estudio donde se crean las nuevas esencias. –Los olores son efímeros y es una pena –dijo él al meter unas flores en un globo de cristal–, pero en un perfume nunca mueren –continuó mientras vertía el agua de chocolate y comenzó a cocinarlas. Fascinada, Tita preguntó –¿Se puede hacer con cualquier cosa?, a lo que pausadamente él contestó, –Flores, frutas, animales, personas. Mientras se miraban la primera gota de aceite cayó, haciendo eco de las palabras de su creador. Jean-Baptiste no parecía preocupado, la expresión neutral en su rostro erizaba los vellos en el cuello de Tita quien escuchaba sin entender las locura tras sus palabras, –Tú tomas huevos para una tortilla, yo tomo cuerpos para un perfume –dijo él sin ningún tono de remordimiento escondido en su voz.
Tita estaba sofocada, sintió como las piernas cedían a su peso. Miró el pañuelo que aún estaba en su mano y sus ojos se llenaron de sal. Entre el ahogo de su llanto podía escuchar como Jean-Baptiste tomaba grandes y lentas bocanadas de aire –Sniff, aún hueles a melancolía.

PERSONAJES:
©      TITA
Obra: “Como agua para chocolate” (1989).
Autor: Laura Esquivel.

©      JEAN-BAPTISTE GRENOUILLE
Obra: “El perfume: historia de un asesino” (1985).
Autor: Patrick Süskind.

RECURSOS RETÓRICOS:
©      Símil o comparación: “(…) mechones oscuros como el chocolate”.
©      Hipérbole: “(…) una mirada que amenazaba con atravesarle la piel”.
©      Onomatopeya: “–Sniff, aún hueles a melancolía”.


–Mist

No hay comentarios.:

Publicar un comentario