CUENTO
EN ACRÓSTICO DEL DIÁLOGO CON SALOMÉ
1. “EL
MELODRAMA DE SALOMÉ”
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Recurso
retórico: Hipérbole.
“No había nada en
el mundo tan blanco como tu cuerpo.”
2. “MEMORIAS EN
TRES”
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Triste/Víbora: “Insomnio, venenosa víbora”.
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Suspenso/Cabeza:
“Una cabeza fragmentada”.
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Romántico/Escarlata:
“Insinuante luz escarlata”.
3. “MENSAJE EN
VERTICAL”
Melena corta y
oscura, da la
Ilusión de brillar,
cuando la luna
Se asoma alumbra su
misterioso mirar.
Todo para hacerle
cantar.
4. “ESENCIAS EFIMERAS”
Entre los comensales, una pequeña
tienda en París se tomó para sí el titulo de los sabores del alma. Una nueva
empleada extranjera había llegado hace poco a esa cocina y desde entonces todo
aquel que probaba su comida juraba estar probando emociones. A veces eran
buenas, otras malas, pero siempre las ganas de saborear recuerdos lograba que
los paladares volvieran.
En los ratos libres, mientras se
horneaba algún platillo, la joven responsable de los nuevos sabores de París
miraba por la ventana cómo codo a codo pasaban las personas, contando su vida
en palabras cortas mientras compartían un café, un bocadillo, una caricia, una
mirada, un beso. A pesar de ser personas ajenas, Tita se inspiraba en ellas
para poner, en cada plato, un poco de “eso” que no tenía. Al otro lado de la
calle un joven miraba en dirección a la ventana. Momentáneamente los ojos de los
dos se tocaron, se rozaron, se sintieron. Apenada, Tita se giró para chequear
torpemente el horno, pasados un par de minutos volvió a la ventana con la
secreta esperanza de encontrarse con aquella mirada furtiva. Sin embargo, su
deseo no pasó de ser solo eso.
Los siguientes dos días era más el
tiempo que Tita pasaba enmarcada en el borde de la ventana que el que dedicaba
a la cocina. Decidió alejarse del fuego y mientras daba un distraído paseo por
el mostrador una mirada amenazaba con atravesarle la piel. Sutilmente alzó sus
ojos en busca de aquellos punzantes, pero no encontró sino a quienes
habitualmente pasaban por la tienda en horas de la tarde. Al voltearse, ya
resignada a que las ansias le habían tomado el pelo, se topó con la mirada de
un joven de tez clara y unos irregulares mechones oscuros como el chocolate. Ante
aquellos aceitunados ojos le era difícil articular un pensamiento coherente, se
iniciaba, con su sola presencia, un momento extraño y de perturbante
intensidad.
Un delgado mostrador de vidrio
separaba sus cuerpos y hasta el silencio se calló cuando Tita, en casi un
suspiro preguntó, –¿Puedo ayudarle?, la respuesta, sin embargo, le ató de manos
a pies el cuerpo cuando aquel joven con un sereno semblante alejó la mirada al
decir, –Hueles a melancolía. Para cuando recuperó el aliento el aprendiz de
perfumista, Jean-Baptiste Grenouille, ya se había perdido entre la multitud de
cuerpos. En los labios de Tita quedó una pregunta, –¿A qué sabe la melancolía?
Esa noche en el menú el sabor principal era la intriga.
Para la mañana siguiente, la tienda
recibió un pedido especial, un platillo de ciruelas amarillas con agua de
chocolate. El pedido estaba a nombre de Grenouille y sería Tita la encargada de
entregarlo. Al llegar a la perfumería la recibieron sutiles aromas de
aceites, flores y especias. Se detuvo un
segundo para aspirar lentamente la mezcla de olores que la arropaban, llenó sus
pulmones de millones de recuerdos con sabores, pero al salir el aire de ellos
le dejó un amargo a soledad y silencio.
En la esquina de una larga mesa dejó
el paquete. Sus ojos curiosos leían fugazmente las etiquetas en los frascos,
–¿Canela, para qué un perfume llevaría canela? –preguntó ella en voz alta–. De
entre los vidriosos recipientes una voz masculina contestó preguntando,
–¿Quieres ver?, al tiempo que le ofrecía un pañuelo perfumado. Jean-Baptiste
tomó el paquete que ella había traído y se dirigieron al estudio donde se crean
las nuevas esencias. –Los olores son efímeros y es una pena –dijo él al meter
unas flores en un globo de cristal–, pero en un perfume nunca mueren –continuó
mientras vertía el agua de chocolate y comenzó a cocinarlas. Fascinada, Tita
preguntó –¿Se puede hacer con cualquier cosa?, a lo que pausadamente él
contestó, –Flores, frutas, animales, personas. Mientras se miraban la primera
gota de aceite cayó, haciendo eco de las palabras de su creador. Jean-Baptiste
no parecía preocupado, la expresión neutral en su rostro erizaba los vellos en
el cuello de Tita quien escuchaba sin entender las locura tras sus palabras, –Tú
tomas huevos para una tortilla, yo tomo cuerpos para un perfume –dijo él sin ningún
tono de remordimiento escondido en su voz.
Tita estaba sofocada, sintió como
las piernas cedían a su peso. Miró el pañuelo que aún estaba en su mano y sus
ojos se llenaron de sal. Entre el ahogo de su llanto podía escuchar como
Jean-Baptiste tomaba grandes y lentas bocanadas de aire –Sniff, aún hueles a
melancolía.
PERSONAJES:
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TITA
Obra: “Como agua para chocolate” (1989).
Autor: Laura Esquivel.
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JEAN-BAPTISTE
GRENOUILLE
Obra: “El perfume: historia de un asesino”
(1985).
Autor: Patrick Süskind.
RECURSOS
RETÓRICOS:
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Símil o
comparación: “(…) mechones oscuros como el chocolate”.
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Hipérbole:
“(…) una mirada que amenazaba con atravesarle la piel”.
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Onomatopeya:
“–Sniff, aún hueles a melancolía”.
–Mist
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