¿Baila que recursos te sobran?
Sinestesia: "...y cuando te miraba, yo oía una música extraña"
Románticos, tristes, suspenso... ¡Microcuentos!
Triste: ¿Escarlata? ¿Víbora sin cabeza?
Suspenso: ¡Cabezas! ¡Víboras escarlatas! ...
Romántico: Como víbora escarlata, sobre mi cabeza
Ocitsórca
Fue todo un error
Iba en mal camino
Gato encerrado
A eso me olió
Rápidamente busqué solución
Oh sorpresa, era tarde.
II
Huyendo de la maldad, cayó en un mundo peor
Harry Potter – J.K Rowling
Memorias de una geisha – Arthur Golden
Ahí estábamos, Ron, Hermione y yo. No entendíamos la situación, solo nos mirábamos y pensábamos el porqué de la mirada penetrante de la única trabajadora de turno en aquel frío local. Frío, porque era una heladería, claro está.
La mujer, sospeschosa, me llamó al mostrador, y me dijo al oído susurrando: –Disculpa, no aceptamos mujeres en el local. Ante su comentario, reaccioné confundido, pero luego de observar de nuevo su mirada que penetraba en mis ojos como una aguja en tela, me acerqué a Hermione para decirle que esperara fuera.
Caminé de nuevo al mostrador –Disculpe ahora usted, pero no entiendo el problema con mi amiga ¿acaso es que se siente amenazada? –pregunté–. Solo vinimos por un helado. En ese momento la mujer miró el reloj, y exclamó –¡Quedan tan solo 5 minutos para el inicio de la subasta!
Me di media vuelta para observar a Ron, y me encontré con la sorpresa de que éste se encontraba en el local de en frente con Hermione, tomando un café con una cantidad de espuma bastante exagerada, tanto que la divisaba desde mi posición. –Disculpe, sigo sin entender ¿de qué subasta me habla? –le dije a la mujer del mostrador. –¿Es acaso esto algún tipo de broma? La mujer me hizo una seña con su mano, pidiéndome que leyera algo que había estado anotando en su palma mientras yo volteaba hacia mi intento fallido de hablar con Ron.
“Este local no es una heladería, aquí subastamos mujeres”, eso decía lo escrito en su mano. Y antes de poder darme la vuelta para escapar, me tomó por el brazo y me introdujo en el lugar donde suponía que estaba la cocina. Dentro de ella, había dos hombres de gran estatura, llevaban traje y cada uno tenía una bazuca y un rifle respectivamente. Sobre la cabeza de estos hombres, pude observar un cartel que decía “Cuarto a prueba de magia, absténgase de usarla”. En ese momento, me sentí perdido.
¿Quién eres y qué te trajo hasta acá? –preguntó la mujer como siguiendo un protocolo. Mi nombre es Harry Potter –le dije. –Y vine tan solo por un… La mujer me interrumpió –Antes de que preguntes, acá subastamos jóvenes vírgenes, es por eso que decimos vender helados –explicó–.No podemos ser evidentes al tener este negocio ilícito de doncellas asiáticas.
–Me encantaría saber quién eres tú –le dije un poco enfadado–. Ya sabes quién soy yo, ahora quiero saber quién eres tú.
–Sayuri –fue su respuesta. Y dicho esto, se dispuso a tomar una barquilla de tres sabores. Recuerdo aquellos sabores muy claramente: pistacho, almendra y vainilla. Luego, tomó dos sillas, en una se sentó ella, mientras señalaba la otra pidiéndome que tomara asiento.
–Basta de tus preguntas –dijo Sayuri–. Ya te explico quién soy y qué hacemos en este lugar.
–Gracias –respondí un poco nervioso–. Porque aun no entiendo qué hago aquí y por qué no me puedo ir.
–Soy Sayuri, soy japonesa y alguna vez fui virgen como toda mujer –comenzó su discurso–. Cuando era muy joven fui vendida por mis padres, todavía no entiendo el porqué, pero ese no es el caso.
–¡No! Quiero irme, ya basta de rodeos –comenté desesperado.
–Tranquilo Harry, tranquilo. Ya voy a continuar –dijo ella en tono de burla–. Cuando era tan solo una adolescente, decidí vender mi virginidad, mi flor, una de las pocas cosas que son como la vida en sí, se va y no regresa. La vendí en una subasta, a quien pudiera dar más dinero por llevarse algo tan preciado para mí.
–¿Ya me puedo ir? –pregunté ansioso.
–No –respondió ella fríamente–. Ya va a iniciar la subasta, tu primera subasta... la primera de muchas.
Fue ahí cuando comprendí que sin haberlo querido, entré en un mundo del que no iba a poder salir nunca. Y pensé: tan solo vine huyendo de la maldad, por un helado, termino quedando sumergido en un mundo cruel y sucio, sin mi helado.
Fígaro II
Huyendo de la maldad, cayó en un mundo peor
Harry Potter – J.K Rowling
Memorias de una geisha – Arthur Golden
Ahí estábamos, Ron, Hermione y yo. No entendíamos la situación, solo nos mirábamos y pensábamos el porqué de la mirada penetrante de la única trabajadora de turno en aquel frío local. Frío, porque era una heladería, claro está.
La mujer, sospeschosa, me llamó al mostrador, y me dijo al oído susurrando: –Disculpa, no aceptamos mujeres en el local. Ante su comentario, reaccioné confundido, pero luego de observar de nuevo su mirada que penetraba en mis ojos como una aguja en tela, me acerqué a Hermione para decirle que esperara fuera.
Caminé de nuevo al mostrador –Disculpe ahora usted, pero no entiendo el problema con mi amiga ¿acaso es que se siente amenazada? –pregunté–. Solo vinimos por un helado. En ese momento la mujer miró el reloj, y exclamó –¡Quedan tan solo 5 minutos para el inicio de la subasta!
Me di media vuelta para observar a Ron, y me encontré con la sorpresa de que éste se encontraba en el local de en frente con Hermione, tomando un café con una cantidad de espuma bastante exagerada, tanto que la divisaba desde mi posición. –Disculpe, sigo sin entender ¿de qué subasta me habla? –le dije a la mujer del mostrador. –¿Es acaso esto algún tipo de broma? La mujer me hizo una seña con su mano, pidiéndome que leyera algo que había estado anotando en su palma mientras yo volteaba hacia mi intento fallido de hablar con Ron.
“Este local no es una heladería, aquí subastamos mujeres”, eso decía lo escrito en su mano. Y antes de poder darme la vuelta para escapar, me tomó por el brazo y me introdujo en el lugar donde suponía que estaba la cocina. Dentro de ella, había dos hombres de gran estatura, llevaban traje y cada uno tenía una bazuca y un rifle respectivamente. Sobre la cabeza de estos hombres, pude observar un cartel que decía “Cuarto a prueba de magia, absténgase de usarla”. En ese momento, me sentí perdido.
¿Quién eres y qué te trajo hasta acá? –preguntó la mujer como siguiendo un protocolo. Mi nombre es Harry Potter –le dije. –Y vine tan solo por un… La mujer me interrumpió –Antes de que preguntes, acá subastamos jóvenes vírgenes, es por eso que decimos vender helados –explicó–.No podemos ser evidentes al tener este negocio ilícito de doncellas asiáticas.
–Me encantaría saber quién eres tú –le dije un poco enfadado–. Ya sabes quién soy yo, ahora quiero saber quién eres tú.
–Sayuri –fue su respuesta. Y dicho esto, se dispuso a tomar una barquilla de tres sabores. Recuerdo aquellos sabores muy claramente: pistacho, almendra y vainilla. Luego, tomó dos sillas, en una se sentó ella, mientras señalaba la otra pidiéndome que tomara asiento.
–Basta de tus preguntas –dijo Sayuri–. Ya te explico quién soy y qué hacemos en este lugar.
–Gracias –respondí un poco nervioso–. Porque aun no entiendo qué hago aquí y por qué no me puedo ir.
–Soy Sayuri, soy japonesa y alguna vez fui virgen como toda mujer –comenzó su discurso–. Cuando era muy joven fui vendida por mis padres, todavía no entiendo el porqué, pero ese no es el caso.
–¡No! Quiero irme, ya basta de rodeos –comenté desesperado.
–Tranquilo Harry, tranquilo. Ya voy a continuar –dijo ella en tono de burla–. Cuando era tan solo una adolescente, decidí vender mi virginidad, mi flor, una de las pocas cosas que son como la vida en sí, se va y no regresa. La vendí en una subasta, a quien pudiera dar más dinero por llevarse algo tan preciado para mí.
–¿Ya me puedo ir? –pregunté ansioso.
–No –respondió ella fríamente–. Ya va a iniciar la subasta, tu primera subasta... la primera de muchas.
Fue ahí cuando comprendí que sin haberlo querido, entré en un mundo del que no iba a poder salir nunca. Y pensé: tan solo vine huyendo de la maldad, por un helado, termino quedando sumergido en un mundo cruel y sucio, sin mi helado.
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