Era un domingo como cualquier otro en Miami, me dirigía a
casa de mi ex esposa a visitar a mi hija, pero antes pasé por la panadería para
comprarle su pan favorito, al regresar al auto, encontré una nota puesta en el parabrisas de mi auto,
estaba escrita en un papel muy viejo y con tinta china, a simple vista me pareció
un poco rara porque ya nadie usaba eso en esta época, pero al leerla
detalladamente, me quedé paralizado, la nota decía “disfruta el tiempo que le
queda a tu hija”. Leí la nota más de
tres veces, intentando encontrarle algún sentido, le pregunté a varias persona
que estaban cerca para que me dijeran si habían visto a alguien poner esa nota ahí,
pero extrañamente nadie había visto nada, incluso un señor que estaba
estacionado frente a mi auto y llevaba mucho tiempo ahí me dijo que estaba
seguro que absolutamente nadie se había acercado a poner la nota. Decidí que no podía seguir perdiendo el tiempo,
me monté en el carro y fui a visitar a
mi hija, manejé lo más rápido que pude, al tocar la puerta de la casa, me recibió
mi hija con un gran abrazo, yo la abrace
como si no la hubiese visto en 10 años, ella me invitó a sentarme en el sofá y
en lo que me senté me preguntó:
-
¿Papá que te sientes mal? Estas pálido y no paras de sudar –
Me quedé un rato
pensando en ella, en lo pequeña que era y lo terrible que sería para mi si algo le pasara.
-
Tranquila, no me pasa nada, es solo que estoy un
poco cansado. –
-
Está bien papa, sube a mi cuarto a descansar.
Subí a su cuarto y al abrir la puerta vi una
nota pegada en la ventana, era
exactamente igual a la anterior, corrí hacia
la ventana para leerla y esta me dejó más frio, la nota decía: “cuando la haya
transformado ya no habrá vuelta atrás”. Guardé
la nota y rápidamente se me ocurrió llevar
a mi hija a Nueva Orleans, ya que ella
siempre había querido conocer esa ciudad, era la excusa perfecta para sacarla
de Miami por un tiempo, bajé las escaleras inmediatamente, me encontré a mi hija en la cocina mientras
ella tomaba un vaso de agua y le grité lo más emocionado que pude:
-
¡anda hacer tu maleta que mañana nos vamos a pasar unos días en Nueva Orleans! –
Mi hija salió corriendo a su cuarto para hacer su maleta, jamás
la había visto tan emocionada, mientras su mamá me miraba fijamente y me dijo:
-
¿No crees que debías haberlo consultado conmigo
primero? –
No sabía que decirle, como le explicaba todo lo que estaba
pasando si ni siquiera yo lo podía entender.
-
Si, tienes razón. Lo que pasa es que me llamaron
para un trabajo que tengo que hacer en Nueva Orleans, entonces se me ocurrió
llevar a la niña conmigo para que conozca la ciudad.
-
La dejare ir solo porque nunca la había visto
tan emocionada, pero para la próxima consúltalo conmigo antes de decírselo a
ella.
-
Está bien, no volverá a suceder.
Subí al cuarto de mi hija y la vi haciendo su maleta, con
una enorme sonrisa, me le acerqué y le
dije:
-
Mañana pasare por ti a primera hora para ir al
aeropuerto –
-
¡Antes del amanecer estaré lista, gracias por
llevarme papa eres el mejor! – exclamó
mi hija –
Bajé la cabeza y me fui, pasé todo el camino pensando en todo lo que había pasado,
llegué a mi casa y lo primero que hice
fue leer las dos notas, esa noche no
pude dormir tratando de entender porque alguien querría hacerle daño a una niña
indefensa.
Estábamos montados en el avión y
la alegría de mi hija era inexplicable,
me sentía muy feliz de verla tan emocionada, ella se levantó de su asiento y fue directo al baño, en lo que se paró yo bajé la mirada hacia el asiento donde ella estaba
sentada y vi otra nota, que decía: “no
importa a donde vayas, ni lo que hagas, el comienzo de su dolor está cada vez más cerca”. Estaba desesperado ya no sabía
qué hacer para que mi hija estuviera bien, cuando
la vi de vuelta a sentarse, cerré mis ojos y me hice el dormido en todo el viaje, tomamos un taxi
en el aeropuerto para irnos al hotel y no dije nada en todo el camino, solo me
dedicaba a ver a mi hija feliz.
Llegamos al hotel y al abrir la
puerta de nuestra habitación estaba el, con sus largos colmillos, piel
brillante y con los ojos más raros que había visto en mi vida, inmediatamente agarré la mano de mi hija, los dos estábamos inmóviles,
el vampiro se acercó a nosotros sin darnos cuenta, me miró y me dijo:
-
¿Te das cuenta que vayas a donde vayas no la podrás
mantener lejos de mí? –
-
Por favor no le hagas daño a mi hija, es solo
una niña de 10 años, apenas empieza a vivir. – le supliqué con lágrimas en mis ojos –
-
Di lo que quieras, nada va a impedir que beba su
sangre.
Mi hija aterrorizada, sin decir
una palabra se aferró a mi brazo mientras el vampiro intentaba morderla, en ese
momento tomé una lámpara de aceite que tenía
cerca y se la arrojé, el comenzó a incendiarse y salimos corriendo del hotel,
tomamos un taxi y al montarnos, el conductor se volteó y nos dijo:
-
¿De verdad piensan que pueden escapar de mí? Eso
jamás va a pasar, ella tiene que sufrir lo que yo sufrí a esa edad en contra de
mi voluntad.
Abrió la puerta del carro y me lanzó a la calle, al caer perdí el conocimiento, cuando desperté estaba
en una clínica, lo único que hacía era preguntar por mi hija y nadie sabía
nada, simplemente había desaparecido. Pasaron
más de cinco meses y aún no había rastros
de ella. Hoy decidí ir a la casa como solía hacerlo todos
los domingos. Al Abrir la puerta de su habitación
veo una nota en el mismo lugar donde había encontrado la otra, la diferencia
era que esta nota era color rosado, tenía corazones en las esquinas y decía: “papá,
estoy perfectamente bien y lo que era un
viaje de pocos días, ahora se convirtió en un viaje eterno del cual no quiero
regresar”.
Arenita
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