el estilista y la rosa allí se encontraban.
Él abrumado, y ella coqueta,
ambos preguntándose dónde se hallaban.
Lloraba la rosa de gran hermosura,
mientras su compañero trataba de darle consuelo.
Más la planta molesta con mucha soltura,
le dijo que el daño ya estaba hecho.
Amada creyó haber sido por un príncipe,
que con prisa un buen día partió de su lado.
El estilista también confesó haber sido partícipe,
del querer cuando el otro no está enamorado.
¡Alcachofa! le dijo el estilista cual sabio,
por tener tantas capas y ser egoísta.
Reflexionó la rosa sobre el supuesto agravio,
desechando su idea de amor como simple conquista.
Alice
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