Recurso retórico:
Pregunta retórica -> ¿Cómo es que la víbora roja ya no se mueve?
Qué sentido tienen estas palabras
- Bésame dulce Escarlata -> Romántico
- Una cabeza perdida -> Suspenso
- Sin sustos, víbora -> Triste
El rey de la noche, el negro
Lejos caminaba un gato negro que,
Orientaba las ratas del barrio.
Mauyaba cada noche,
A las 3 de la mañana.
Zambullía sus garras en la basura y se
Zafaba de cada persecusor
Intenso que lo buscara.
Olivia Winfield -> Flores en el ático V.C Andrews
Olivia Winfield -> Flores en el ático V.C Andrews
Cage -> Cementerio de animales (Stephen King)
Esta casa huele a flores
Abril de 1920
Allí estaba sentada Olivia, en el último banco del muelle, en ese muelle pesquero que era tan famoso porque solían pescar ballenas jorobadas. Era un día poco soleado, hacían unos 19 grados, pero Olivia siempre había sido muy precavida ante el clima (un elemento clave de los signos virgo: la perfección), a sus 18 años era una chica muy perfeccionista y bastante estricta con todas sus cosas. A ella le gustaba sentarse a leer en ese muelle todos los jueves puesto que eran los días que llegaban los marineros mas apuestos con su pesca. Lo que no sabía la joven era que ese día cambiaría su vida.
Ya estaba oscureciendo y Olivia decidió que era hora de regresar a casa, pero al poco tiempo se le acerca un apuesto marinero.
- Buenas tardes señorita, llevo semanas preguntando porque siempre se encuentra tan solitaria en este muelle tan sombrío. -dijo Malcom.
- No sabía que era de su interés marinero. -respondió ella. Veo que el día de hoy no han traído nada interesante.
- Mi nombre es Malcom, y permítame decirle que los días mas interesantes de mi semana son los días jueves, a pesar de que no hayamos conseguido nada en la pesca.
Olivia se sonrojó, Malcom era un joven de 22 años, muy alto, con un color de ojos verde oliva y el cabello un poco mas largo de lo habitual. Ella sabía que en algún momento se acercaría, porque cada jueves ellos cruzaban miradas.
Al cabo de una semana, el día jueves Olivia se encontraba en el mismo punto del muelle donde había hablado por primera vez con Malcom; pero este día ella había esperado más de lo habitual para su encuentro casual. Eran las 10 de la noche y el barco pesquero de Malcom aun no arribaba al puerto; se hicieron las 12 p.m, Olivia se había quedado dormida en el banco de siempre. De repente una suave caricia en su mejilla la despierta. Era Malcom, luego de un largo día de tormenta, consiguió llegar al puerto sano y salvo.
- No pensé que una linda señorita dormiría en un banco de madera por esperar a un humilde marinero como yo. -dijo él.
- A veces uno queda flechado a primera vista humilde marinero, mi nombre es Olivia. –replicó ella.
- Olivia, ¿me permite invitarla a tomar un té caliente para que se climatice en mi camarote?. -y sin mayor apuro, tomó su mano y la guió hasta el camarote.
Esa noche sucedieron muchas cosas, Malcom y Olivia se conocieron más, tomaron un te de limoncillo caliente, compartieron anécdotas y entre otras cosas su intimidad. Fue un largo día y una larga noche para ellos.
Después de esa noche de jueves, Olivia continuó visitando todos los días el muelle a ver si volvía a encontrar a Malcom, pero luego de esa noche ella no lo volvió a ver.
Pasaron nueve meses desde aquel encuentro entre Malcom y Olivia, nueve meses para que naciera Chase. Un hijo bastardo, que Olivia tuvo que cuidar por el resto de su vida, sola. Ella nunca olvido a Malcom y siempre recordará ese jueves como el mejor día de su vida, pero a pesar de ello, carga un resentimiento con la vida por haberle puesto en su camino a un joven apuesto que la abandonaría con un pequeño en camino y sin saberlo.
Noviembre de 1950
De repente unos golpes desesperados golpean la puerta principal de la casa de Olivia, una casa de madera espeluznante.
- Ahí voy, no se desespere. -gritó Olivia desde la cocina.
Apresurada Oliva se acerca a la puerta principal, abre todas las cerraduras y consigue una sorpresa totalmente inesperada. Eran su hijo Chase con un bebé de dos años de edad en sus brazos.
- Chase, ¿Qué haces aquí hijo mío?, ¿Quién es esta criatura que cargas en tus brazos?.
- Hola mamá, el es Cage, mi hijo… -respondió Chase cabizbajo.
- ¿Qué? ¿Tu hijo?, ¿y su madre? –preguntó atónita. ¿Dónde está su madre?
- Mamá si me permites, deja que entre y te contaré.
Olivia da paso a Chase, se sientan en el mesón de la cocina y ella le sirve el té de limoncillo preparado a la perfección, así como el que preparaba Malcom.
- Por cierto madre, debo admitir que tu casa huele a flores, y esta pulcramente decorada, no sabía que eras tan meticulosa.
- Vale hijo, las flores son mi toque personal, hay muchas cosas que no sabes de mi y esta casa esconde muchos olores… Pero por favor ¡explícame!
Tras varios suspiros, Chase coloca a Cage en el piso para que camine un poco y comienza su historia.
- Bueno, verás… -Olivia lo interrumpe.
- Espera, no pensarás que dejarás a ese niño correr por toda mi casa verdad?.
- Es un nene, ¿Qué pretendes que haga?
- No te muevas de tu sitio, ya regreso.
A Olivia no le gustaban los niños, en su infancia había pasado por varios traumas con sus hermanos y con la crianza de Chase, lo que hace que le tenga desapego a los pequeños. Por ello, salió detrás de Cage que ya había emprendido su camino de exploración por casa de su abuela.
- Ven acá pequeña sabandija. -dijo Olivia luego de cargar a Cage por un brazo.
- Auuuuuuuuch, abebaa no me hagas daño. -suplicó Cage, quien a penas aprendía a hablar corrido.
- Ah, es que hasta hablas… -replicó la abuela con un tono molesto.
Olivia haló de su brazo aún más fuerte y lo encerró en un ático del último piso de la casa. Pasó llave de ello y la escondió en un bolsillo pequeño de su delantal de cocina. Ese ático era un lugar muy acogedor en el que solía guardar los ataúdes de los gatos de la casa que se morían atropellados.
Cage gritó con todas sus fuerzas, pataleó y golpeó la puerta de ese ático oloroso como nunca pataleo a su madre en el vientre. Sin mayor fuerza que la de un niño de dos años se sentó a llorar y reflexionar.
Cage a pesar de tener dos años de vida era un bebé que había pasado por momentos muy difíciles, lo que lo había hecho madurar mas rápido que cualquier otro bebé. Transcurrieron 72 horas encerrado en ese cuarto, 72 horas que le sirvieron para elaborar sus ideas de quitarle la vida a su padre y a su actual enemiga, su abuela. Muy cerca de la puerta se escuchan los pasos lentos de Olivia.
- Cage, querido mío, ¿estas vivo?, ¿tienes hambre?. -Dijo Olivia con un todo sarcástico.
- Abeba, pensé que no vendrías. -replico Cage. Quería jugar un rato, ¿jugarías conmigo?
Olivia decidió jugar con los sentimientos del bebé y le abrió la puerta haciéndole creer que jugaría con el, pero lo que realmente quería era darle una comida que le costaría su muerte.
La realidad era otra, Cage era un niño malévolo, y estando en ese ático durante tanto tiempo le dio las herramientas para ejecutar su plan de exterminio.
- Abebaaa, ven, agáchate que te contaré un secreto. -Cage, saca de su espada una pequeña navaja que se encontraba escondida en uno de los ataúdes guardados en ese ático.
- Cage, Cage, no!, Cage, ¿qué haces?.
- Nada abeba, solo estoy jugando un rato. -dijo Cage tras trazar una línea recta exacta en la nuca de su abuela.
Al instante Olivia se desmayó y se despidió de su vida solitaria, triste y cruel. Cage por otro lado, corría a carcajadas por toda la casa buscando a su padre, quien no se encontraba en el lugar para ese momento. Aprovecho y salió de la casa, escapándose de su vida anterior y preparándose para emprender una nueva vida sin alguien que le dijera que hacer ni como hacerlo, siguiendo sus propias normas de niño de dos años de edad.
Kelodi
No hay comentarios.:
Publicar un comentario