ensucia, ensucia, todo lo que toca el cerdito rosa.
Las gallinas alarmadas, cacarean disgustadas.
De nuevo, sus huevos apreciados, el cerdito rosa ha ensuciado.
A defenderlas recurre el gallo,
picoteándole la colita, las patas y el callo.
De un profundo sueño,
se levanta el caballo y su pequeño.
Cansado de oír siempre lo mismo, desata su cincho,
y lanza al aire su mejor relincho.
Las ovejas berrean,
a ver si con el ruido intentan detener la pelea.
Sin resultado alguno,
vuela ante el cerdito el ganso Bruno.
Entre graznidos y aleteos,
le explica cada uno de sus deseos:
“Una granja limpia y ordenada,
es lo que a nuestros dueños más les agrada”
“Recuerda que por cada buena acción,
nos dan en la comida una gran porción”
Si no colaboras con nuestra armonía,
te quedarás afuera esta noche y parte del otro día”
Pensativo quedó el cerdito rosa,
en sus orejas no se oía otra cosa.
El ganso muy claro al parecer,
le dijo que ser limpio no le dejaría nada que perder.
Sin ver atrás,
a la cima de una pequeña loma fue a parar.
Su reflejo en un charco podía contemplar,
a pesar que sus ojos llenos de lodo no lo dejaban mirar.
Sus patitas en el fondo del pozo se veían,
el agua y los peces lo recibieron mientras reían.
Más rosado que de costumbre quedó
y de contento un par de goin, goin, al aire echó.
De vuelta con el resto de los animales, y con la luna en la nariz,
supo que muy limpio en su granja viviría feliz.
Evegmass
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