miércoles, 5 de abril de 2017

De una a otra Venezuela



Por: Arturo Uslar Pietri

1906-2001


 Ante los venezolanos de hoy está planteada la cuestión petrolera con un dramatismo, una intensidad y una trascendencia como nunca tuvo ninguna cuestión del pasado. Verdadera y definitiva cuestión de vida o muerte, de Independencia o de esclavitud, de ser o no ser. No se exagera diciendo que la pérdida de la Guerra de Independencia no hubiera sido tan grave, tan preñada de consecuencias irrectificables, como una Venezuela irremediable y definitivamente derrotada en la crisis petrolera.

La Venezuela por donde está pasando el aluvión deformador de esta riqueza incontrolada no tiene sí no dos alternativas extremas. Utilizar sabiamente la riqueza petrolera para financiar su transformación en una nación moderna, próspera y estable en lo político, en lo económico y en lo social; o quedar, cuando el petróleo pase, como el abandonado Potosí de los españoles de la conquista, como la Cubagua que fue de las perlas y donde ya ni las aves marinas paran, como todos los sitios por donde una riqueza azarienta pasa, sin arraigar, dejándolos más pobres y más tristes que antes.

A veces me pregunto qué será de esas ciudades nuevas de lucientes casas y asfaltadas calles que se están alzando ahora en los arenales de Paraguaná, el día en que el petróleo no siga fluyendo por los oleoductos. Sin duda quedarán abandonadas, abiertas las puertas y las  ventanas al viento, habitada  por alguno que otro pescador, deshaciéndose en polvo y regresando a la uniforme desnudez de la tierra. Serán ruinas rápidas, ruinas sin grandeza, que hablarán de la pequeñez, de la mezquindad, de la ceguedad de los venezolanos de hoy, a los desesperanzados y hambrientos venezolanos de mañana.

Y eso quhabrá dpasar un día con los campamentos de Paraguaná o de Pedernales hay mucho riesgo, muchtrágica posibilidad de que pas.con toda esta Venezuela fingida, artificial, superpuesta, que es lo único que hemos sabido construir con epetróleo. Tan transitoria es todavía, y taamenazada está como el artificial campamento petrolereel arenaestéril.

Estnoción es la que debe dirigir y determinatodos los actos de nuestra vida nacional. Todo cuanto hagamos o dejemos dhacertodcuantintenten gobernantes gobernados debepartir de la consideración de essituación fundamentalHabríque decirlo a todas horas, habríque repetirlo en todocasión. Todlo que tenemoepetróleo, todlque disfrutamos noesinpetróleo casi naddlque tenemos hastahorpuede sobrevivir al petróleolpocqupuedsobrevivir al petleo es lúnica Venezuela con que podrán contanuestrohijos.

Eso habría que convertirlcasi euna especie dejercicio espirituacomo los qulos místicos usaban paracercarse a Dios, para llenasus vidadla emoción de Dios. Así debeamos nosotros llenar nuestras vidas dla emoción del destino venezolano. Porque desa convicción repetiden la escuelaen el taller, en el arte, en la plaza públicaejunta de negociantesen el consejo del gobierno, tendría qusalir la incontenible ansidla acciónDe la acción parconstruir elVenezuela real y para la Venezuela realDconstruilVenezuela que pueda sobrevivir al petleo.

Porque desgraciadamenthay unmanerde construir elVenezuela fingida qucasnadayuda la Venezuela realEn la Venezuela fingida están los rascacielos dCaracas. En la Venezuela real están algunas carreteras, los canales de irrigación, las terrazas de conservación de suelos. En la Venezuela fingida están los aviones internacionales de la AeropostaJ. En la Venezuela real están los tractores, los arados. los silos.

Podriamos seguir enumerando así hasta el infinito. Y hasta podríamos hacer un balance. Y el balance nos revelaría el tremendo hecho de que mucho más hemos invertido en la Venezuelafingida que en la real.

Todo  lo que no puede continuar existiendo sin el petróleo está en la Venezuela fingida. En la que pudiéramos llamar la Venezuela condenada a muerte petrolera. Todo lo que pueda seguir viviendo, y acaso con más vigor. Cuando el petróleo desaparezca, está en la  Venezuela real.

Si aplicáramos este criterio a todo cuanto en lo público y en lo privado hemos venido haciendo en los últimos treinta años, hallaríamos que muy pocas cosas no están, siquiera parcialmente, en el estéril y movedizo territorio de la Venezuela fingida.

Preguntémonos por ejemplo si podríamos, sin petróleo, mantener siquiera un semestre nuestro actual sistema educativo. ¿Tendríamos recursos, acaso para sostener los costosos servicios y los grandes edificios suntuosos que hemos levantado? ¿Tendríamos para sostener una ciudad universitaria? ¿Tendríamos para sostener sin restricciones la gratuidad de la enseñanza desde la escuela primaria hasta la Universidad? Si nos hiciéramos con sinceridad estas preguntas tendríamos que convenir que la mayor parte de nuestro actual sistema   educacional no podría sobrevivir al petróleo. Sin asomarnos, por el momento, a la más ardua cuestión, de si ese costoso y artificial sistema está encaminado a iluminar el camino para que Venezuela se salve de la crisis petrolera, está orientado hacia la creación de una nación real, y está concebido para producir los hombres que semejante empresa requiere.

Parecida cuestión podríamos planteamos en relación  con las cuestiones sanitarias. ¿Todos esos flamantes hospitales, todos esos variados y eficientes servicios asistenciales y curativos, pueden sobrevivir  al petróleo? Yo no lo creo.

La tremenda y triste verdad es que la capacidad actual de producir riquezas de la Venezuela real está infinitamente por debajo del  volumen de necesidades que se ha ido creando la Venezuela artificial. Esta es escuetamente la terrible realidad, que todos parecemos empeñados en querer ignorar. Por eso la cuestión primordial, la primera y la básica de todas las cuestiones venezolanas, la que  está en la raíz de todas las otras, y la que ha de ser resuelta antes si las otras han de ser resueltas algún día, es la de ir construyendo una nación a  salvo de la muerte petrolera. Una nación que haya resuelto victoriosamente su  crisis petrolera que es su verdadera crisis nacional.

Hay que construir en la Venezuela real y para la Venezuela permanente y no en la Venezuela artificial y para la Venezuela transitoria. Hay que poner en la Venezuela real los hospitales, las escuelas, los servicios públicos y hasta los rascacielos, cuando la Venezuela real tenga para rascacielos. De lo contrario estaremos agravando el mal de nuestra dependencia, de nuestro parasitismo, de nuestra artificialidad. Utilizar el petróleo para hacer cada día más grande y sólida la Venezuela real y más pequeña, marginal e insignificante la Venezuela artificial.

¿Quién se ocuparía de curar o educar a un condenado a muerte? ¿No sería una impertinente e inútil ocupación? Lo primero es asegurar la vida. Después vendrá la ocasión de los problemas sanitarios, educacionales, asistenciales. ¿De qué valen los grandes hospitales y las grandes escuelas si nadie está seguro de que el día en que se acabe el petróleo no hayan de quedar tan vacíos, tan muertos, tan ruinosos, como los campamentos petroleros de Paraguaná o de Pedernales?

Lo primero easegurar la vida de Venezuela. Sabeque Venezuela. o la mayoparte dellayno está condenada morir de muerte petroleraHacer todo para elloSubordinar todo a elloPonernos todos en ello.

Cesia Ziona Hirshbein El ensayo en Venezuela. En: Venezuela Analítica. Revista Electrónica Bilingüe Nº 6 Agosto 1996. Disponible en: http://www.analitica.com/archivo/vam1996.08/lit2.htm.

Actividad 

Según lo leído:

a) ¿Tiene vigencia el ensayo de Uslar Pietri en el contexto actual venezolano? Reflexione

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