miércoles, 29 de marzo de 2017

Existencia


Esta historia cuenta el relato de la vida y la muerte, amantes inseparables que sólo hallaban regocijo en los seres que los unen. Dos personajes opuestos, que únicamente se ven a través del universo con un fuego tan intenso que sólo se apaga al ver la distancia que los separa.

Mientras la vida ve a su pobre amado lejano de si, sueña con las emociones que juntos podrían tener, besos llenos de pasión que sólo acaban para ver los atardeceres caer. La muerte en cambio se regocijaba al ver a su amada entre sueños y risas, rodeada por las esperanzas más peculiares que ella pudiera soñar.

Un día el universo les concedió la oportunidad de volverse a ver, pero no toda historia de amor tiene un final feliz, si no estás de acuerdo conmigo pregúntale a Romeo y Julieta. El atardecer llegaba y un nuevo acto desconocido sería la señal para comenzar lo que los antagónicos jamás pensaron hallar.

La luna posaba enfrente del sol en un baile distinto para el resto de los humanos que exóticamente veían hacia el cielo. En eso, ambas almas se reunieron por primera vez desde que se vieron y la muerte le comentó a la vida:
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–Cuánto has cambiado desde la primera vez que te vi, te ves mejor de lejos –dijo la muerte irónicamente.

–Nadie me dijo que la muerte era tan simpática –respondió la vida.

–Nadie dijo que la vida sería tan fastidiosa.

–Si no fuera así muchos más estuvieran contigo.

–Estoy seguro que lo disfrutarán más que tú –comentó la muerte.

La vida había comenzado a reír, algo muy peculiar de ella, jamás pasaba de una suave sonrisa. La muerte al notar esto se le acercó cada vez más y le susurraba al oído.

– ¿Por qué no podemos estar juntos?

–Quizás porque yo soy muy bonita para ti –tanto la vida como la muerte rieron.

Al llegar la noche y ver ese hermoso ocaso pasar, vieron una ráfaga de estrellas fugaces alrededor de donde estaban, quizás el universo quería ayudar, y así fue. La vida y la muerte se empezaron a besar y cada momento se deseaban más, chocando sus cuerpos tan conocidos como extraños, tan amigables como enemigos; sus manos se estrecharon alrededor de la cintura del otro mientras el acto más puro, el amor encontraba lugar en esas entidades.

Así siguieron hasta el amanecer, sin darse cuenta que el sol salía dentro de poco y que el trato era hasta que los gallos cantaran, el deseo era irresistible y los ojos de ambos eran centelleantes, pero como te dije querido lector, todo tiene su final.

Cuando la mañana llegó ambos cuerpos estaban saciados del otro, sólo apreciaban el momento y el ahora. Cuando el sonido de diversos gallos empezaron a sonar, sabían que era hora, el fin de la aventura de amor y lujuria llegaría a su fin; ninguno de los dos estuvo de acuerdo en renunciar al otro, se habían conocido a sí mismos lo suficiente en una noche como para saber que uno llevaría al fin del otro.

Ambas partes vociferaban al cielo y decían eufóricamente:

–Déjanos seguir y danos el capricho de gozar eternamente, sabemos que nunca lo merecimos, pero eso no significa que nos puedas separar.

El universo molesto pensaba que eran unos desagradecidos al retarlo, para él era imposible que una parte de sí mismo lo traicionara. El universo quería venganzas, pero como no consiguió una buena forma para que se acercaran a él, los invitó a una reunión para festejar su unión en carne.

–Así que pensaron que alguna vez me hubieran podido traicionar, yo los hice, yo los originé y ninguno me retará a mí –la muerte se trató de parar y opinar– ¡¡CALLA ANIMAL, USTEDES MERECEN DEJAR DE EXISTIR…!!

Mientras la muerte y la vida se paraban de sus asientos para salir corriendo y escapar, el universo los agarró de sus cuellos. Primero atacó a la vida para que la muerte agonizara; segundos después el universo le susurra al oído:

–Si querías esto, esto obtendrás.

Al ser atacado la muerte también empezaba a desaparecer, pero mientras aún ambos cuerpos seguían sintiendo la existencia del otro se agarraron la mano para desaparecer en la eternidad juntos. Desde ese momento los humanos por fin sintieron lo que aquellos amantes alguna vez tuvieron en su corazón, una lujuria prohibida que unió a la muerte y la vida en uno, danzando siempre en el cielo como luceros.

Qué ironía que una mirada de amor te lleve a la desaparición, y que que el amor sea la única razón de la existencia.

Quizás no sepas quién soy, o quizás ya lo notaste, si no es así quisiera demostrar al redactor de esta historia de vanidades y un amor impensable. Soy el universo, hijo del tiempo y la verdad y fui yo quién hizo a la vida y la muerte inseparables, y son ustedes los que deben encomendar mi error y lograr conseguir el verdadero amor a pesar de todos los males, recordando siempre a esas 2 almas que hoy iluminan el firmamento…

-Nau

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