martes, 14 de marzo de 2017

Resignada al amor

Yacía de rodillas en el húmedo y  frío piso de la calle, perpleja por lo que acababa de presenciar, gracias aquel Dios, flamante y ostentoso jinete que en medio de la noche resplandecía siendo él, el  que me devolviera por segundos, a mi alma frustrada, desvanecida y triste un poco de su luz sosegadora que creía inexistente, pues probablemente mis lamentos lo hizo venir hasta aquí para darme una lección, y que  razonablemente reflexionara sobre lo que sucedería después, lo que me deparaba el futuro sin mi pequeño, mi principe Justin.

Tendría que despojarme de sus pertenencias pero nunca de su recuerdo, el amor de madre es un sentimiento imborrable, solía escuchar historias de los usuarios en la estación del tren sobre sus problemas personales, la pérdida de seres queridos, su vida cotidiana en el trabajo pero nunca llegué a pensar que también pasaría por alguna de ellas.


Pero la única diferencia era que yo no compartía mi dolor con nadie, porque simplemente no quería que nadie sintiese lástima por mí aunque suene individualista prefería morir a decir cualquier cosa que me hiciera compadecer ante mi situación. 


Sin embargo, mantuve durante las primeras 2 semanas de duelo un pequeño libro dónde hojas rayadas de papel eran partícipes mi agonía, me servía de pañuelo ante la amarga ausencia de Justin, aparentar ante Isis mi cordura se dificultaba ya que cada vez que entraba a la habitación de mi bebé era como si me travesaran un puñal en el corazón.


Como era de esperarse, mi estado emocional estaba por el subsuelo, soñaba frecuentemente con la vida que llevábamos años atrás como una familia feliz y completa, todo un sueño francés. Mi esposo trataba de mantenerse fuerte ante la situación, era realmente admirable y muy ostentoso de su parte hasta que un día me dijo:


¡POR FAVOR ANNIE, NO NOS HAGAS ESTO! Resígnate al amor de nuestro pequeño puede que suene cruel, pero él ya no está en cambio Isis, tu hija, nuestra hija necesita el apoyo y la comprensión de ambos.

 Yoo, yo,... —lloraba, tartamudeando Simplemente no puedo, no puedo... no es tan fácil
¡Maldición trata de entenderme! —me secaba las lágrimas con el antebrazo, pues nublaban mi vistame sentía culpable porque en parte tenía razón y yo les ocasionaba un dolor punzante ya que cada día me mantenía al margen de ellos por guardarle luto absoluto a mi bebé. 

Y entre sollozos, besos y abrazos supe que este sería el momento de restauración para nuestra familia, sin una parte esencial de ella, lo cual siempre estaría presente en nuestro pensamiento.


Inspirado en: Place des Victoines-Paris, Je t'aimes, 2006.

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