Al atravesar las aceras de una París soleada, François el pobre chico que apenas conocía a esa joven musulmana llamada Zarka, trataba de seguir las conversaciones que proseguía con el padre de tan hermosa chica.
-Cuéntame,
¿Por qué quieres ser historiador? –dijo el padre de aquella nueva conocida.
-Siempre
sentí una pequeña admiración por conocer mi pasado y ver de dónde venimos –dijo
François con mucha naturalidad-, a veces sueno como un tonto, pero pienso que
el mundo cambiara si todos aprendemos a conocer quienes fuimos alguna vez.
Zarka en
ese momento sumida con una sonrisa que iba de oreja a oreja, no se logra quedar
callada y saca una pregunta algo extravagante.
-Así que
¿Tus ancestros también eran acosadores? –Paso un segundo de silencio y sonrojo
por parte del muy perdido chico- Es solo
bromeando –padre e hija caen en risas.
-Es un
poco raro que un desconocido nos este acompañando-respondió el padre-, pero
Francia es así, entre raros y extraños se encuentra un mundo exótico.
Mientras
seguían hablando volvieron al puente que da inicio a esta historia. El joven
vio a sus muy tontos amigos seguir acosando chicas y mientras estos lo llamaban
él quería dar media vuelta y esconderse.
-Me
sorprende creer que tus amigos aun sigan en esto. Los idiotas siempre serán
idiotas. Ve y acompáñalos o no te dejarán en paz –menciono Zarka.
-El
pobre chico seco en palabras y de pobre mente en ese momento, se acerca a sus
ruidosos amigos cada vez más mientras la muchacha se alejaba haciendo señales
de despedida.
El muy
tonto François recuerda algo y se logra avivar, logrando alcanzar a la chica y
su ya viejo padre.
-Sé que
es muy descortés de mi parte –manifestó el joven con tono entrecortado-, pero
quisiera pedirte tu número, no es para lo que tu crees, no, es para otras
cosas, tu sabes, otras cosas.
-Y ¿Cómo
para qué? –preguntó Zarka.
El pobre
joven se queda en blanco, pero recuerda algo que había pasado hace pocas horas.
Para
poder enviarte la foto que te pude tomar –responde François-, es que salías muy
bien y no quiero que esa foto quedé por ahí extraviada.
La chica
entre risas y el padre haciéndose de oídos sordos le anota su número. Mientras
se va alejando con su padre, Zarka suelta una risita y luego grita a los
vientos del hermoso Quais de Seine.
-Deja de
seguir acosando a las mujeres que pasan por aquí ¡pervertido!
Con un
número en mano y una cara roja como un
tomate por aquella vergüenza, se da la vuelta y vuelve con sus amigos,
terminando como todo empezó. O al menos sería así hasta la noche de ese día…
Inspirado en: Quais de Seine de Paul Meyeda Berges en Paris, je t'aime, 2006
-Nau
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