martes, 14 de marzo de 2017

Una nueva historia a lo largo de los puentes de París


Al atravesar las aceras de una París soleada, François el pobre chico que apenas conocía a esa joven musulmana llamada Zarka, trataba de seguir las conversaciones que proseguía con el padre de tan hermosa chica.

-Cuéntame, ¿Por qué quieres ser historiador? –dijo el padre de aquella nueva conocida.

-Siempre sentí una pequeña admiración por conocer mi pasado y ver de dónde venimos –dijo François con mucha naturalidad-, a veces sueno como un tonto, pero pienso que el mundo cambiara si todos aprendemos a conocer quienes fuimos alguna vez.

Zarka en ese momento sumida con una sonrisa que iba de oreja a oreja, no se logra quedar callada y saca una pregunta algo extravagante.

-Así que ¿Tus ancestros también eran acosadores? –Paso un segundo de silencio y sonrojo por parte del  muy perdido chico- Es solo bromeando –padre e hija caen en risas.

-Es un poco raro que un desconocido nos este acompañando-respondió el padre-, pero Francia es así, entre raros y extraños se encuentra un mundo exótico.

Mientras seguían hablando volvieron al puente que da inicio a esta historia. El joven vio a sus muy tontos amigos seguir acosando chicas y mientras estos lo llamaban él quería dar media vuelta y esconderse.

-Me sorprende creer que tus amigos aun sigan en esto. Los idiotas siempre serán idiotas. Ve y acompáñalos o no te dejarán en paz –menciono Zarka.

-El pobre chico seco en palabras y de pobre mente en ese momento, se acerca a sus ruidosos amigos cada vez más mientras la muchacha se alejaba haciendo señales de despedida.

El muy tonto François recuerda algo y se logra avivar, logrando alcanzar a la chica y su ya viejo padre.

-Sé que es muy descortés de mi parte –manifestó el joven con tono entrecortado-, pero quisiera pedirte tu número, no es para lo que tu crees, no, es para otras cosas, tu sabes, otras cosas.

-Y ¿Cómo para qué? –preguntó Zarka.

El pobre joven se queda en blanco, pero recuerda algo que había pasado hace pocas horas.

Para poder enviarte la foto que te pude tomar –responde François-, es que salías muy bien y no quiero que esa foto quedé por ahí extraviada.

La chica entre risas y el padre haciéndose de oídos sordos le anota su número. Mientras se va alejando con su padre, Zarka suelta una risita y luego grita a los vientos del hermoso Quais de Seine.

-Deja de seguir acosando a las mujeres que pasan por aquí ¡pervertido!


Con un número en mano y una cara roja  como un tomate por aquella vergüenza, se da la vuelta y vuelve con sus amigos, terminando como todo empezó. O al menos sería así hasta la noche de ese día…

Inspirado en: Quais de Seine de Paul Meyeda Berges en Paris, je t'aime, 2006
-Nau

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