Personajes:
La Rosa/El Principito
Cinna/Los juegos del hambre
La hermosa
Rosa apenas llevaba unos días sin el Principito, y ya se sentía bastante sola.
Estaba secándose, se sentía bastante débil y ya no poseía a nadie con quien
hablar, a nadie que la admirara. De repente, escuchó unos pasos que se dirigían
a ella, emocionada y pensando en el regreso del Principito, comenzó a arreglar
sus pétalos.
—Yo aconsejaría
acudir a un estilista, antes que enrularlos — Dijo un hombre, que acababa de
detenerse justo frente a la rosa.
—Y yo
aconsejaría que no te estés metiendo donde no te llaman, no sabes tratar a una
dama—contestó la Rosa, tan ofendida por el comentario, que pasó por alto que
hablaba con un desconocido.
—Te
equivocas, sé perfectamente cómo hacerlo. Lo que cambia aquí es que tú no eres
una dama.
—¿Cómo te
atreves? Si yo soy delicada, hermosa, brillante...
—Y vacía.
Perfectamente podrías vivir en el Capitolio.
—¿Capitolio?
¿Qué es eso? ¿Otro asteroide?
—Podría
serlo, dada la gente que vive ahí… Pero solemos decir que es una ciudad, una ciudad
tan plástica como luces y de sonrisas tan sinceras como las de una
roca—Responde el hombre, antes de quedarse mirando el infinito.
—Luces
melancólico… ¿quién eres? ¿Necesitas también una campana de cristal?
—Creo que el
término “era” podría ser más adecuado, pero de cualquier modo, soy Cinna. Y no,
no necesito una campana de cristal, necesito saber que mi chica en llamas está
bien —añadió Cinna, sentándose en el piso
—¿En llamas?
¡Pero debe ser peligrosa!
—No del todo…
Es impulsiva, pero en realidad no es más que una chica con miedo y con
demasiadas cargas que llevar. Es una verdadera guerrera… Es mi única apuesta.
—¿Y por qué
no está contigo? ¿También te abandonó?
—Porque ella
tiene un propósito más altruista e importante que el mío… Yo sólo me encargué
de prepararla. Y no. Nadie ha abandonado a nadie. Ni ella me abandonó, pues me enseñó
que soy más de lo que el mundo esperaba, más de lo que hubiera soñado ser; ni
yo la abandoné a ella, pues seguiré cuidándola a lo largo del camino; ni el
Principito te abandonó.
—Claro que si…
Me dejó sola. No me ama.
—¿No te ama?
¿Crees que un hombre se iría a recorrer el universo, sólo para entender una
Rosa, si no la amara?
—¿Entenderme?
¡Pero si yo necesito es que él esté aquí!
—¿Y alguna
vez se lo dijiste? ¿O estabas tan concentrada en conseguir aún más de su
atención, que lo olvidaste?
—No lo
entiendo… El amor es atender a alguien. ¿Cómo puede amarme, si no está aquí
atendiéndome? ¿Cómo puedes amar a tu chica en llamas, si no está aquí atendiéndote?
—Porque al no
notarte siquiera conforme, fue a buscar entenderte, para poder cuidarte,
protegerte y hacerte feliz. La amo, porque fue la amiga que me hizo perder el
miedo; porque me hizo ser más fuerte de lo que jamás creí, cada vez que debía fortalecerla
a ella; porque así como ella encontró miles de cualidades en mí, a pesar del
lugar de donde vengo, yo también encontré en ella miles de virtudes, a pesar de
lo que solían contarme. La amo, aunque
no esté aquí conmigo, porque el amor no sólo es atención, es conocimiento, es entrega,
es unión. La amo porque es la única en la que confío para salvar Panem, y sé
que, por ella, valía la pena morir.
La Rosa
guardó silencio un largo rato.
—¿Y tú? ¿Alguna
vez se lo dijiste? ¿Que la amabas?
—Hice algo
mejor. Se lo demostré.
—El amor también
es valorar lo que hacen por ti…
La Rosa miró
el suelo y recordó cuantas veces no le dijo un simple “gracias” al Principito
por cuidarla. Se dió cuenta de que toda la belleza que poseía es porque él la
hacía bella, él la hacía especial. Cuando se volteó hacia Cinna para
agradecerle su compañía y su conocimiento, éste había desaparecido…
-Vettel Lesser
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