Personajes:
Effie Trinket/Los Juegos del Hambre
Drácula/Drácula
Años
después de lo sucedido en el Capitolio, luego del fin de aquella feroz barbarie
que se practicaba anualmente para dar de comer al Distrito ganador, con el
resultado de veintitrés jóvenes asesinados, o muertos a causa de su escaso
nivel de supervivencia; Effie Trinket tomó la decisión de alejarse en su
totalidad de todo lo que le recordaba a Los Juegos del Hambre, y prefirió tomar
el tren a rumbos al azar. Esta vez no tenía límites, viajaba por todos lados,
aprendiendo de otras culturas, enterándose de un mundo diferente al que le
hacían creer que existía.
Un
día, utilizando su ritual habitual para escoger un lugar nuevo por conocer, con
los ojos cerrados y deslizando la yema de su dedo por todo el mapamundi, lo
detiene en una zona que jamás se había detenido a escudriñar: Rumania.
Exactamente, Transilvania.
Durante
el trayecto, escuchó vagas leyendas de lo que habitaba en dicho lugar, como
aquel ‘’sujeto’’ que vivía en el Castillo de Bran, conocido como el Castillo de
Drácula.
— ¿Drácula?
¿Quién podría llamarse así? —preguntó al aire un poco escéptica, mientras
terminaba de colocarse su estrambótico tocado, que consistía en una malla
oscura y abrillantada, con un par de murciélagos rodeando unas rosas negras. Todo
aquello hacía juego con su vestido negro de falda de tubo, costumbre que no se
había dado el lujo de perder.
Se
situó frente al castillo, con su optimismo siempre por delante. Soltó un
suspiro suave de entre sus labios pintados de negro, y se dispuso a adentrarse.
Recorrió gran parte del lugar, junto a un grupo de excursionistas y un Guía Turístico.
En un momento dado, se quedó embelesada observando un cuadro de pintura sobre
óleo, en el que se manifestaba la silueta de un hombre apuesto, alto, delgado,
muy elegante, con aspecto de aristócrata.
Para
cuando había regresado a la realidad, se percató de que perdió al grupo. Sin embargo,
sus ojos chocaron con la figura de una persona solitaria, aislado en la esquina
más recóndita de la estancia.
—Disculpe…
—se aclaró la garganta para sonar más firme—. Buen hombre, ¿sabe usted dónde
está la salida?
Como una sombra, el cuerpo del hombre giró
sobre sus pies, hincando sus ojos lúgubres sobre los de Effie. Esta se inmutó y tragó en seco, mientras un escalofrío ascendió por su espina dorsal.
—Por
supuesto, con mucho gusto le indicaré la salida —respondió con languidez, y su
sonrisa tétrica se iluminó.
Ella
lanzó una fugaz mirada al cuadro, luego al desconocido, y palideció más. Si es
que eso pudo ser posible.
— ¡Por
el amor de…! —bramó, consternada, con su tono de voz tintineante. La mirada
intimidante del sujeto postrado delante de ella le provocó temblores—. ¿Es
usted el del cuadro?
—Sí,
el mismo. Mi nombre es Drácula. Intuyo que ya sabe quién soy —respondió, con un
tono de voz más áspero. Escrutó a Trinket con sus pupilas, a la par que
caminaba alrededor de ella, como un depredador olisqueando a su presa—. ¿Y
usted, bella dama de tan particular vestir? ¿A qué amor se ha de referir?
—Effie
Trinket, señor Drácula —gesticuló con rapidez, ofreciéndole la mano con
educación para estrecharla—. Y no creo ser la única con un ‘’peculiar vestir’’ —le
replicó con un deje de disgusto por el comentario burlón, paseando la mirada
por el atuendo de este.
—Effie…
—repitió, saboreando cada letra. Tomó su mano y, con delicadeza, posó sus
labios para marcar un beso—. No me ha respondido la segunda pregunta.
—Y
usted no me ha indicado la salida —protestó, cruzando los brazos encima de su
pecho.
Drácula,
mortífero, peligroso, tan cautivador pero con una elegante naturaleza, le hizo
un ademán con caballerosidad para que Effie le tome por el codo. Ella obedeció casi
al instante, como si una fuerza la obligó a hacerlo.
—Dígame,
Effie, ¿a qué amor se refería? ¿Por qué pronunció aquello con tanto asombro? ¿Es
eso el amor para usted? Una frase en un momento inoportuno —la acorraló con
todas esas preguntas, aludiendo ya una respuesta. Todo esto mientras cerraba la
puerta, hasta que esta sonó con un característico ‘’click’’.
— ¡Oh,
no, no! Es una expresión.
— ¿Es
para usted el amor una expresión?
— ¡No!
—se apresuró en responder, soltando una coqueta carcajada. Se paró en seco, al
igual que Drácula, quien había entornado los ojos para prestarle más atención,
luego de que la mirada de Effie se había perdido en la nada, para responder—: Aprendí
que el amor es la lucha constante por quedarse al lado de una persona contra
todo pronóstico. Es sacrificio, valentía y perseverancia —suspiró con
melancolía, recordando a sus dos Tributos favoritos— ¿Y para usted, Drácula, qué
es el amor?
—Quedarse
a la espera de una eternidad para reencontrarse, mientras vives bajo una
maldición oscura y sangrienta —se situó detrás de Trinket, sin apartar la
mirada de su nuca inmaculada, tentado—. Sobre todo, sangrienta.
Clia LeBeau
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