martes, 21 de marzo de 2017
Miedo y ocio disfrazado de amor.
Personajes:
Gollum / El Señor de los anillos.
Luis Alejandro Velasco / El náufrago.
En una de las diez noches de naufragio que vivió Luis Alejando, con la mejor compañía que pudo encontrar además de los tiburones, la soledad, y con muchísimas aguas a su alrededor, su mente alucinaba de tal manera que en una de ellas lo llevó a un lugar totalmente fantástico, realmente irreal, lleno de elfos, enanos y hobbits. Durante su andar dentro de ese lugar conoce a un pequeño hombrecillo, con ojos saltones y una voz muy peculiar, su nombre es Gollum.
Sin más ni menos, Luis decidió acercarse para conocer al interesante hombrecillo, pero éste solo saltaba de lado a otro con mucha rapidez.
─Quiere el anillo, quiere el tesoro. ¡Ladrón! ¡Todos vienen por el anillo! ¡Ladrones! ─gritó Gollum una y otra vez mientras saltaba de un lado para otro.
─¡Oye! Yo no quiero ningún anillo y tampoco soy ladrón. ─aseguró Luis ─.Solo quiero preguntarte ¿cómo puedo salir de aquí?
─¡Salir, salir, salir! ─se repetía Gollum con desespero y una respiración agitada─¡Sabemos cómo salir de aquí! ¡No, no, no, no sabemos!
─¿No sabemos? ─preguntó Luis ─.Dime un camino entonces, quiero volver a casa.
─¿A casa? ─le pregunta Gollum con su voz muy ronca ─¡Me gusta la casa! Pero no podemos ir a casa hasta que encontremos al ladrón del anillo. ─se decía a sí mismo en tono de regaño.
─¡Sólo dime uno por favor! ¡Estoy desesperado! ─exclamó Luis con las ganas de sacarle al menos una pista al hombrecillo extraño. ─¡Quiero ver a mi tesoro!
─¿Tesoro? ¿Precioso, escuchaste eso? ¡Tesoro! ─Afirmaba Gollum con alto interés.
─Sí, mi tesoro, mi novia Mary. ─afirma Luis. ─¡Tu debes tener un tesoro!
─Sí, sí sí, mi toroso. El anillo, mi precioso. ─caminando rápidamente de un lado a otro.
─¿Anillo? ─preguntó Luis. ─.No me refiero a eso sino a alguien a quien amas.
─ ¿Amar? Yo amaba antes a las personas. Ahora amo al anillo y sirvo al amo. ─asegura Gollum
─Pero eso es un objeto, no es igual a una persona. ─dice Luis.
─¡Nooooo! ¡No digas eso! ¡No escuches mi precioso! ¡Gollum, gollum, gollum! ─dijo Gollum dando vueltas sin control.
─No es lo mismo amar a una persona que a un objeto ─afirmó Luis. ─.Una persona puede llegar a amarte, un objeto no.
─¡Cállate! ¡Cállate! ¡No escuches eso mi precioso! ─reprocha Gollum tapándose los oídos.
─¿Mi precioso? ¿Quién es o qué es? ─pregunta Luis ya cansado de haberlo escucha varias veces.
─Es mi amo, y yo, yo le sirvo al amo, ¡sí! ─afirmando Gollum con su cabeza.
─¿Y tú lo amas? ─dijo Luis
─¡Sí! Yo lo amo. ─respondió Gollum
─¿Y cómo lo amas?
─Yo, yo, yo le sirvo ─asegura Gollum con entusiasmo ─.Yo hago lo que él me pide. ¿Verdad, mi precioso?
─Eso es amor para ti, servir, para mí es pasar tiempo con mi novia y ver películas con ella. ─dijo Luis muy orgulloso de su respuesta.
Luis logró salir de su alucinación por el golpe de la aleta de un tiburón a la balsa en donde estaba. Ve su reloj, lo único que, tras la tempestad que lo llevó al naufragio, no se atrasó y le permitía contar el pasar de los días, se percata de que las horas habían transcurrido muy deprisa y se asomaba el décimo día de su naufragio. Cuando tocó tierra firme su mente solo recordaba ¡Gollum, gollum, gollum! El pequeño hombrecillo saltando de un lado a otro hablándose a sí mismo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario